lunes, 29 de abril de 2013

LA PAREJA PERFECTA


Eran la pareja perfecta. Habían estudiado dos carreras. Tenían dos coches, dos perros y dos casas. A la puerta de la casa de Londres, dos boj en insuperable simetría. En la de Ibiza, dos terrazas, una orientada al Este y otra al Oeste. Tuvieron dos hijos, el niño Pedro y la niña Lucía, ¡qué monos!

Su casa estaba en el número nueve, el apartamento de la playa en un tercer piso, los nombres de sus hijos tenían cinco letras cada uno. Él soñaba con tener una amante, una moto y dedicarse a la fotografía. Nada de esto era casual. Secretamente odiaba el equilibrio de los números pares.

sábado, 27 de abril de 2013

LAS PROFESIONES

Quiero una casa con jardín
¿Quién la construirá?
La construirá el señor ALBAÑIL

La casa necesita un proyecto
¿Quién lo pensará?
Lo pensará el señor ARQUITECTO

Hay un planeta en forma de flauta
¿Hasta allí quién viajará?
Hasta allí viajará el señor ASTRONAUTA

Hay un fuego en el granero
¿Quién lo apagará?
¡Llamen a los BOMBEROS!

Los dientes se lavan con dentífrico
¿Quién se lo inventó?
Se lo inventó el señor CIENTÍFICO

Tengo una herida con mucho dolor
¿Quién me sanará?
Te sanará el señor DOCTOR

Ese cuento que tanto adoras
¿Quién lo escribió?
Lo escribió la señora ESCRITORA

La tubería tiene un agujero
¿Quién la arreglará?
La arreglará el señor FONTANERO

Tengo problemas con la vista
¿Quién me curará?
Te curará el señor OCULISTA

Quiero una tarta de chocolate y peras
¿Quién la preparará?
La preparará la señora PASTELERA

Estoy triste y no me hacen caso
¿Quién me hará reír?
Te hará reír el señor PAYASO

Hay dos coches y una moto
¿Quién los conducirá?
Los conducirá el señor PILOTO

Alguien se llevó a mi perrita Lucía
¿Quién la salvará?
La salvará la señora POLICÍA

En el colegio quiero aprender un montón
¿Quién me enseñará?
Te enseñará el señor PROFESOR

Se le ha roto la patita a mi gato Mario
¿Quién le escayolará?
Le escayolará el señor VETERINARIO

viernes, 26 de abril de 2013

LA MALDICIÓN DE LA PROFECÍA AUTOCUMPLIDA



Ayer en terapia grupal hicimos una dinámica en la que nos asignábamos etiquetas. A mí me tocó ser “el Ignorado”. Mis compañeros de grupo inmediatamente me excluyeron de cualquier actividad para el resto de la tarde. Cuando llegué a casa, mi mujer y mis hijos no me habían esperado para cenar, estaban viendo la tele y apenas me dijeron un hola sin apartar los ojos del televisor. Esta mañana una señora se me ha colado descaradamente en la fila del supermercado. Se lo he hecho notar, me ha mirado de arriba abajo y se ha quedado donde estaba sin decir palabra. Estoy pensando en demandar a mi terapeuta. ¿Qué opináis?

miércoles, 24 de abril de 2013

HUELLAS CEREBRALES

15 de noviembre de 2012. Onda Cero: “El cerebro cuando no tiene que esforzarse por aprender o por cultivar una relación, eso pasa sin pena ni gloria por nuestras neuronas”. Mara Dierssen. Neurobióloga.

Aquella frase marcó un antes y un después en la vida de Irene. Tenía cuarenta y cuatro años y se dijo: si quieres envejecer más lentamente, enamórate, siente curiosidad por cosas nuevas, apúntate a cursos, viaja, escribe. Pon energía y esfuerzo en todo aquello que hagas a partir de ahora.

Hoy cumple cien años y recibe el premio Príncipe de Asturias de las Letras. Se lo dedica, cómo no, a la Dra. Dierssen.

miércoles, 17 de abril de 2013

HISTORIA DE UN CUADERNO

Hola, no tengo nombre. Soy un cuaderno. Mis hojas son de cuadritos, tengo dos tapas duras de color verde y una espiral blanca.

Hace tres meses estaba muy contento junto con otros cuadernos. Era el primer día del curso y la Señorita Lola, nos iba a repartir entre los niños. ¡Qué impaciente estaba por conocer a mi nuevo dueño! Veréis cómo pasó:

“Tengo a cuatro cuadernos más encima de mí y voy escuchando nervioso a la señorita:

- Luis Almeida (ése no será el mío, pienso)
- Rocío Arango (una niña…me han dicho que las niñas nos tratan mejor)
- Silvia Beltrán (otra niña…ay madre, quién me tocará)
- Carlos Bordón (ya me toca, ya me toca, estoy el primero ya)
- Jorge Cánovas (¡Jorge Cánovas! Un niño pelirrojo y con pecas, que tiene una cara de travieso…)”

Jorge resultó ser efectivamente un niño muy travieso. Lo primero que hizo fue poner su nombre en mi portada y después la asignatura: “CONOCIMIENTO DEL MEDIO”.

Hasta ahí todo bien pero…¿sabéis lo que hizo después?

Dibujó caritas tristes, señores con bigote y niñas con coletas en cada “O” y después me tiró descuidadamente a la cajonera.

- ¡Eh oye! - le dije al libro de Matemáticas- ¿Te importaría moverte un poquito? ¡Me estás arrugando las hojas!

Pasó la primera semana y Jorge sólo había garabateado algunas palabras en mis primeras páginas. Siempre usaba un bolígrafo azul. Apretaba mucho al escribir y ¡me hacía un daño…! Tenía una letra bastante desordenada: las “b” se inclinaban a la derecha, las “j” a la izquierda…y cuando se equivocaba ¡hale! ¡un tachón!

En una semana me había convertido en el cuaderno más feo de toda la clase.

En las clases de Geografía, Jorge empezaba a soñar con viajes y aventuras a selvas tropicales o al Polo Norte. Distraídamente pasaba su bolígrafo por mis espirales

- ¡Qué cosquillas! ¡Jorge, para por favor, que se me saltan los cuadritos de tanto reír!

Un día Doña Lola dijo:

- Chicos, dejadme todos los cuadernos de “Cono” encima de mi mesa que esta tarde los voy a corregir.

Yo iba temblando en las manos de Jorge. ¿Qué me harían?

Doña Lola cogió un boli de color rojo y cuando me abrió, pude ver su cara de enfado. Empezó a escribir aquí y allá con una letra aún peor que la de Jorge:

¡Esto está mal! 
¡Faltan actividades! 
¡Completar! 
¿Dónde está la portada del tema dos?

¡Me dejó tan feo que parecía un monstruo!

Aquella tarde de vuelta a casa Jorge iba como siempre, corriendo y saltando. Los libros y cuadernos que íbamos en la mochila nos poníamos a dar botes. Era divertidísimo, como estar en una montaña rusa. Luego en casa ya sabíamos lo que pasaba: ¡golpetazo!  Jorge tiraba la mochila al suelo y nos dejaba allí toda la tarde.

Pero aquel día, sus padres hablaron muy serios con Jorge:

- Hijo, tú eres un chico muy listo y puedes hacer los deberes muy bien. Además, la Geografía te encanta. ¿Por qué no piensas un poco en tu cuaderno? Debe de sentirse fatal de ver que es el más feo de la clase. Y es TU cuaderno. Él muestra a los demás cómo eres.

Yo no podía creer lo que estaba oyendo. ¡¡Hablaban de mí!!

Desde entonces, Jorge utiliza rotuladores de colores.

¡Son tan suaves como las caricias de las mamás!

Y también se esfuerza por hacer buena letra y dibujos ¡muchos dibujos! Tengo una página- la número 23- que es mi preferida ¡porque tiene dibujadas las banderas de todos los países del mundo! Cada noche, elegimos una bandera y en sueños volamos hacia allí en busca de aventuras.

sábado, 13 de abril de 2013

AÑOS DE FÚTBOL


Siempre que escucho la palabra experimento la asocio irremediablemente al fútbol.

Cuando era pequeña, el fútbol era ese juego al que mis compañeros se dedicaban día sí y otro también en el patio del colegio, con una bola improvisada de papeles de aluminio sujetos por una goma elástica. No era el mismo tipo de goma que nosotras, las niñas, utilizábamos para jugar a las alturitas y al “barbacoa”. Eran mundos de niñez disociados.

A los catorce años, el fútbol pasó a ser ese rival a vencer. Nosotras, más desarrolladas que los chicos de la clase, buscábamos su atención mientras ellos se debatían entre su infancia de balompié y los ataques intermitentes de testosterona.

Hubo un tiempo en el que convivimos pacíficamente. Como esas parejas modernas de hoy, los domingos por la tarde mi novio y yo teníamos licencia para ponernos los cuernos, yo con Umberto Eco y él con Santiago Bernabéu.

Descubrí una nueva dimensión del fútbol la primera vez que fui al estadio a ver un derbi Real Madrid – Atleti. Mis ojos observaban todo con la curiosidad de una niña y mis oídos perdieron aquella tarde la virginidad. Delante de mí, dos señoras de mediana edad proferían contra el árbitro los insultos más soeces que jamás hubiera imaginado: ¡Hijo de puta! ¡Que tienes el culo más grande que la boca del metro! En el mismo instante mi novio, totalmente fuera de sí, lanzaba una naranja contra el linier (¿Eres tú, cariño, el mismo que anoche me cubría de besos?).

Aquella tarde comprendí que era observadora de un experimento sociológico malévolo y decidí entrar a formar parte de él.

El 9 de abril de 1995  tuve la ocasión de participar activamente. El Real Madrid se enfrentaba al Real Zaragoza en liga. Mi ya marido y sus amigos tenían un abono en el primer anfiteatro.  Mi misión comenzaba por tratar de colarme sin pagar en el estadio. Primero entrarían los titulares del abono y una vez adentro, desde las escaleras de la esquina sureste, que eran abiertas y daban hacia la calle, lanzarían sus carnets para que otros dos amigos y yo los cogiéramos al vuelo y entrar con ellos, eso sí, tratando de tapar la foto con el dedo pulgar. Me sentía muy tensa en el momento de mostrarle el abono al revisor, un chico joven que evidentemente se dio cuenta de mi supuesta audacia, me guiñó un ojo y me dejó pasar. ¡Primera prueba conseguida!

Nos dirigimos a la zona de socios pero, como es lógico, el número de asientos igualaba al de abonados, así que los furtivos nos sentamos en las escaleras. En ese momento me di cuenta de que no éramos uno ni dos. Las escaleras, que servían además como vía de evacuación, estaban totalmente abarrotadas. Contemplé extasiada un Santiago Bernabéu lleno hasta la bandera y en este caso podría decirse que no era una metáfora, ya que según la prensa del día siguiente unas diez mil personas habían accedido sin localidad.
Empecé a tomar notas mentales. El sonido del bombo de Manolo acompañaba al griterío del público, a los chistes socarrones y al crujir de las pipas. Humo de cigarros puros y de bengalas. En el campo veintidós hombres dando patadas a una pelota de un lado para otro. Ajena a lo que acontecía en el césped, comencé a escrutar a los asistentes: peñas locales, grupos de amigos, yuppies que de lunes a viernes vestían traje de Hermès, estudiantes, profesores, abuelos con sus nietos, familias completas, funcionarios, albañiles, parados…y yo. Todas aquellas gentes compartiendo aquel momento semanal en el que podían transformarse y dejar salir las frustraciones y los instintos más básicos. Aquello era algo así como una terapia colectiva y multitudinaria, un borrón y cuenta nueva para poder comenzar la semana algo menos jodidos.

Me sentí transportada a la Antigua Roma: en el coliseo los gladiadores luchaban entre sí mientras el pueblo se desahogaba. Y el futbol adquirió de repente una nueva dimensión, la antropológica. Saberme secretamente partícipe de un experimento social que se remontaba a los inicios de la cultura occidental me produjo una punzada de alegría, de sentido de pertenencia, de vuelta a mis orígenes.

Pasaron los años y el fútbol se fue acomodando en mi vida. Los lunes comentaba en el trabajo los partidos del fin de semana, hacíamos porras y discutíamos sobre los fichajes de invierno.

En aquella época me gustaba viajar y fue entonces cuando alcancé conciencia de la talla universal del experimento. Ya fuera en la India, en Marruecos o en Perú, cuando alguien se interesaba por tu procedencia y contestabas que venías de España, la pregunta inmediata era ¿Barça o Real Madrid?

Hoy en día estoy jubilada y el experimento continúa, pero con una nueva dimensión: la gerontológica. Todos los meses mi marido y yo pagamos religiosamente la cuota de Canal Plus con la secreta esperanza de que, los domingos por la tarde, se reúnan en torno a nosotros y al partido televisado todos nuestros hijos y nietos ya que, de otro modo rara vez los veríamos.