domingo, 24 de noviembre de 2013

DIANAS TERAPÉUTICAS

23 de octubre de 2013. Centro de Investigaciones Oncológicas. Houston.

—Muchas gracias por venir, Sr. Chandler— le saludó cortésmente la doctora.

—Buenos días, doctora…

—Curtis. Soy la doctora Curtis. Dirijo el laboratorio de dianas terapéuticas de este centro.

—¿Es usted oncóloga? 

—Sí, pero en el equipo estamos varias personas: patólogos, genetistas, cirujanos…

—¿Y qué hacen exactamente?

—Buscamos nuevos tratamientos contra el cáncer. La genética y la biología molecular están avanzando rápidamente gracias, en parte, a nuestro trabajo.

—Me alegro. Y bien… ¿hay algo que puedan hacer por mí?

—Hemos revisado su largo historial como paciente de cáncer y todas las pruebas genéticas que le han practicado hasta ahora. Su caso es realmente extraño y nos interesaría investigarlo a fondo. 

—¡Vaya! Es usted la cuarta persona que me dice en esta semana que mi caso es extraño. Supongo que no es muy buena noticia.

—Sinceramente, es usted un reto para la ciencia. Pero sí que tengo una buena noticia: Habitualmente el experimento con ratones que le vamos a proponer es a cargo del cliente, pero en su caso el Centro ha decidido que financiará los diez mil dólares que cuesta la prueba.

—¡Qué buena noticia! Me acabo de ahorrar un dineral— respondió Chandler no sin cierta ironía. ¿En qué consiste concretamente el experimento?

—Le extraeremos mediante una biopsia parte de su tumor y lo implantaremos en ratones inmunodeprimidos. Son ratones que ya nacen genéticamente preparados para no tener defensas. Con ello conseguimos que cualquier enfermedad prospere en ellos más rápidamente. Esperaremos a que su tumor se desarrolle en ellos y los empezaremos a tratar con diferentes fármacos. En función de la respuesta, sabremos si alguno de los tratamientos le es aplicable a usted. Los resultados no son inmediatos. Tardarán varios meses.

—Esto es la medicina personalizada de la que hablan los periódicos.

—Sí, y es carísima. De hecho, los diez mil dólares apenas cubren el coste de los ratones, que son unos trescientos cada uno (y necesitaremos varios) y parte de los gastos de personal.

—¿Y de dónde sacan los fondos?

—De donde podemos. A veces de subvenciones públicas, a veces de las farmacéuticas, a veces de donaciones privadas…

—¿Podré verlos?

—¿A los ratones? Me resulta extraño. Normalmente los pacientes no quieren ni saber de ellos. Les causa serios conflictos morales.

—Mi caso es extraño también para eso.

—Lo consultaré…

—Me gustaría que al primero le llamasen Phoenix.

—No le entiendo.

—Cosas mías…

2 comentarios:

  1. Me encantó. Como en el relato del Tintero, ese "Phoenix" final da sentido al resto.
    Un abrazo, reina.

    ResponderEliminar
  2. Gracias Vichoff. Sí, Phoenix simboliza una actitud vital.

    ResponderEliminar