miércoles, 13 de noviembre de 2013

LOS ESPEJOS DE AMANDA

—Por favor, retírense, no pueden traspasar la cinta. Contaminarían la escena del crimen.

—Agente, soy el inspector Norris, de la Brigada Central¬ —dijo Alan Norris en tono grave y un tanto rutinario, mientras mostraba su placa al agente y se abría paso entre la muchedumbre de curiosos y periodistas que se aglutinaban a la puerta de la casa de Howard Branson— ¿Han llegado ya el forense, el fiscal y el juez?

—Sí, señor, le están esperando.

—¡Inspector Norris, inspector Norris, por favor, Norah Carneggie para el Herald Tribune! ¿Se tiene ya a algún sospechoso?

Norris se volvió hacia la joven y persistente periodista.

—Señorita Carneggie. El caso está bajo secreto sumarial. Tendrán información a su debido tiempo. Mientras, les ruego que dejen trabajar a las fuerzas del orden.

Y se dirigió hacia el interior de la mansión, dejando atrás las preguntas de los periodistas que peleaban por el titular.

Dentro de la casa, varios agentes estudiaban la escena, recogiendo huellas dactilares, tomando fotografías y notas diversas. Al fondo en el salón el juez Collins y el fiscal Mc Gregor intercambiaban opiniones mientras Goonie, el forense, analizaba el cuerpo inerte del señor Branson. ¡Qué mala suerte, tenían que asignarle el caso al trepa de Mc Gregor!

Norris no se precipitó, más bien se tomó su tiempo para deambular por la casa a solas. La primera impresión del lugar del crimen siempre dejaba pequeños detalles insignificantes grabados en su retina, que más tarde podrían ser la clave para la solución del caso. Sus cuarenta años de servicio le habían acarreado fama de lobo solitario, siempre al límite de lo correcto, siempre arisco, siempre reacio a compartir sus pesquisas y jodidamente hábil en desentrañar los crímenes más complejos.

—Buenas noches Señoría. ¿Fiscal?

—Inspector Norris, le estábamos esperando. Fiscal Mc Gregor, ¿le importaría ponerle en antecedentes?

—Gracias Juez Collins. Al parecer alguien entró por la puerta trasera del jardín. Branson estaba arriba en la biblioteca. Debió de haber una discusión, a juzgar por las librerías derribadas y el estropicio general.

—¿Causa de la muerte?

—Todo parece indicar que le empujaron por las escaleras y se fracturó el cráneo.

—¿Les importa si hago mi trabajo?

—En absoluto, pero Norris —le dijo el fiscal en tono un tanto amenazante— No hace falta que le recuerde que Howard Branson era la fortuna más grande del Estado de Connecticut. Tenemos a los herederos y al Gobernador presionando, eso por no hablar de los medios, los de su propio imperio y a los rivales. Pulcritud, discreción y rapidez.

—Descuide.

—Quiero un informe mañana en mi oficina antes de las 8:00 de la mañana. A las 8:30 habrá una primera rueda de prensa. De momento el juez Collins ha declarado el secreto de sumario.

—Señoría, Fiscal…

Norris se dirigió hacia el forense sin abandonar por un momento su mirada de halcón.

—Bueno, bueno, Goonie, ¿qué tenemos por aquí?

—¡Hola Alan! Fracturas múltiples en cráneo y columna. El tipo debió de caer rodando por las escaleras.

—¿Heridas de arma?

—Nada.

—¿Hora aproximada de la muerte?

—Avisó la hija a las 21:44. Estaba tratando de telefonearle y como no contestaba se preocupó y vino. Cuando llegamos nosotros, el cadáver ya estaba frío. Calculamos que debió de ocurrir entre las 19:00 y la hora en la que la Señorita Branson nos llamó.

Norris recorrió la estancia con la mirada mientras escuchaba la información facilitada por el forense. La descubrió en el despacho lateral.

Emma Branson permanecía de pie en silencio mirando a través de la ventana, ensimismada en sus pensamientos. Traje de chaqueta y falda de tubo, medias negras y tacones y una melena pelirroja, pulcramente ondulada. Tenía la belleza nórdica de su madre, la difunta Karen Branson, la conocida actriz Karen P. Kroenig (por su apellido de soltera), la idolatrada Karen Fall (por su nombre artístico).


—Robert, son las nueve, ¿te parece si dejas el trabajo por hoy y cenamos?

Robert levanta los ojos del teclado y mira a su querida Amanda.

—Sí, creo que ya está bien por hoy.

—¿Un nuevo caso del inspector Norris?

—Sí querida… pero esta vez Norris ya está muy cansado de tanta corrupción y falsedad. Su soledad es más densa que nunca. Ni siquiera su leal Peggie tiene ya capacidad para darle un poco de consuelo. Creo que este será su último caso.

—Siempre dices eso, pero él ya vive en ti. Si le matas o le planificas una jubilación en Florida… tú nunca serás el mismo.

—Esta vez lo haré y nos tomaremos esas vacaciones que llevo años prometiéndote.

Amanda le mira en silencio con aire misterioso. En ella se reflejan la belleza de Karen Fall, la sofisticación de Emma Branson, la picardía de Norah Carneggie y el cansancio de Peggie.

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